al paisaje maduro.
Otorga a lo que vive
su plenitud de fruto.
El aire se hace de oro,
se enjoya de susurros,
panal de los dulzores,
reino del ritmo puro,
melodía de flauta
que derrumba lo oscuro,
entra por la ventana,
dibuja desde el júbilo
seres con sosegada
vocación de desnudo,
criaturas del gozo
que llegan de otro mundo.
Cuaderno de Nueva York, José Hierro
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